Por Louise Noelle
Abraham Zabludovsky, uno de los arquitectos mexicanos mas productivos, se han significado por una obra basada en conceptos cuidadosos y en una estricta calidad. Su trabajo se desarrolla en la segunda mitad del siglo XX,[1] con una primera etapa ocupada en un gran porcentaje por casas y edificios de departamentos.[2] De esta época, de riguroso estilo contemporáneo con un acertado manejo de técnicas y materiales, proviene su preocupación por obtener resultados particularmente funcionales. Esta condición impulsó al joven profesionista a acercarse a sus clientes para conocer sus deseos y requerimientos en la solución de cada proyecto, una costumbre que guardó a lo largo de su vida profesional y que le permitió interesantes y novedosos resultados.
Un segundo periodo se caracteriza por la realización de edificios públicos y las colaboraciones con Teodoro González de León, donde cada arquitecto conservó su autonomía, trabajando en común sólo en proyectos determinados. Así durante las décadas de los setenta y los ochenta su expresión adquiere particular madurez, en edificaciones que se significan por un estudiado funcionamiento, dentro de una factura intachable y con un amplio uso del concreto con agregados dejado aparente. Establece un estilo propio, de fuerte personalidad, que busca recuperar algunos elementos tradicionales como los patios y los pórticos, a la vez que toma en cuenta los factores geoclimáticos existentes, al proteger a los interiores con gruesos muros, parteluces y ventanales remetidos.
De manera coincidente con el cambio de siglo, este creador incursiona en nuevas búsquedas discursivas, proponiendo diseños de mayor libertad formal; trabaja entonces con líneas y volúmenes audaces y novedosos, a la vez que incluye algunos materiales que contrastan con el concreto. En casi todos los casos nos encontramos ante edificaciones destinadas a la cultura, cuyo atractivo plástico convoca a los visitantes.
Por otra parte se puede decir un género arquitectónico que ha estado presentes en sus diversas etapas es el de los teatros. Para 1962 realiza, en colaboración con Guillermo Rossell, el Centro Cívico Centenario 5 de Mayo, en la ciudad de Puebla, donde el «Auditorio de la Reforma» tiene una significación particular. Un mayor acercamiento al terreno de las artes escénicas se da con el Teatro Emilio Rabasa, de Tuxtla Gutiérrez, en 1983, una construcción escultórica a base de volúmenes de concreto, prácticamente sin aperturas, que se integra al entorno del parque por medio de taludes con pasto.
Los teatros son ámbitos que permite al ser humano el instalarse en sus ensoñaciones sin extraviarse y penetrar en el tiempo compartiendo el milagro de la música; una condición de magia y aproximación que ha gravitado sobre la obra de Abraham Zabludovsky, para lograr un espacios que permiten sublimar lo cotidiano, a la vez que se imponen como un símbolo urbano. Para ello el arquitecto, a la cabeza de un equipo de especialistas en técnicas y sistemas, ha sabido ofrecer diversos recintos que conducen a nuestra tradición cultural hacia un nuevo siglo.
Estas construcciones atractivas de perfiles diversos, ofrecen interiores que cumplen fielmente con las exigencias teatrales. Se trata de conjuntos construidos en ciudades de tamaño medio, buscando cubrir las diversas necesidades culturales de la zona. Por ello en cada caso estudió el tamaño de la población, los núcleos urbanos aledaños, y los requerimientos de cada entidad, para ofrecer soluciones apropiadas. Dentro de este espíritu están las Salas de Usos Múltiples, en Celaya y en Dolores Hidalgo, así como el Auditorio de la Ciudad de Guanajuato, realizados entre 1990 y 1991 en el estado de Guanajuato; para 1993 realiza el Auditorio y Centro de Convenciones en Tuxtla Gutiérrez y en 1996 el Centro Cultural Sor Juana Inés de la Cruz, en Nepantla, ciudad natal de la musa mexicana.[3] En algunos casos obtiene un máximo de ocupación y beneficio para la localidad, proponiendo incluso la posibilidad de mover las butacas para diversificar las actividades; sin embrago existe un énfasis para que cada teatro cuente con todas las instalaciones y espacios necesarios para la tramoya, así como un estudio cuidadoso de la isóptica y la acústica, sin olvidar el análisis de la iluminación.
En cuanto a Coatzacoalcos, se trata de una ciudad costera localizada al sur del Estado de Veracruz fundada en la época virreinal,[4] que adquiere particular importancia en el siglo XX con el auge de la industria petrolera y el establecimiento de un puerto de altura sobre el río del mismo nombre. Esta circunstancia impulsó a la Asociación Civil Teatro de la Ciudad, integrada por un grupo de habitantes de la localidad, a promover la realización de un ámbito que acogiera cómodamente las diversas y crecientes actividades culturales, deseadas por la población; tal y como lo menciona Georgette Goraieb de González, en una ceremonia llevada a cabo el 12 de Febrero de 2005: “Nuestros sueños son nuestra guía, el alimento de nuestra alma, el motor de nuestra búsqueda. Son nuestros y surgen en nuestra fantasía con un único objetivo: hacerse realidad”. En esta tarea perseveraron durante diez años, en que se dieron a la tarea de conseguir tanto el apoyo del Gobierno del Estado como los fondos necesarios para la construcción; asimismo se abocaron a dar con un arquitecto que cumpliera con sus expectativas, encontrando en Abraham Zabludovsky al candidato ideal por los trabajos que había venido realizado en este campo y su gran disposición para involucrarse en el proyecto;[5] finalmente, convencieron al Gobernador Miguel Alemán Velazco, para que patrocinara la empresa y que ese sueño fuese una esplendente realidad. La inauguración se llevó a cabo el 19 de noviembre de 2004, con un memorable concierto del tenor Luciano Pavarotti.
El resultado que tenemos a la vista es el de un interesante conjunto formado por el Teatro y Centro de Convenciones situado en un zona elevada, lo que lo convirtió en un remate visual y cuyo perfil horizontal asimétrico llama la atención e invita a los visitantes. La unidad de los dos edificios se enfatiza por la continuidad en los acabados y una marquesina que sirve le liga virtual entre ambos, hendida por un pasaje a cubierto que lleva al estacionamiento en la parte posterior. Este ambicioso conjunto cuenta con un teatro, con una capacidad para dos mil personas, en una sala tradicional con patio central, dos balcones y palcos laterales. Por su parte el centro de convenciones cuenta con espacios de usos múltiples para exposiciones comerciales, recepciones y banquetes y los servicios necesarios. Como en todas la obras de este arquitecto, los accesos y las circulaciones son fácilmente comprensibles; por su parte los vestíbulos presentan una planta irregular, donde escaleras y rampas se convierten en los principales actores.
Abraham Zabludovsky ha desarrollado a lo largo de su carrera nuevos espacios para las artes escénicas y las relaciones humanas, que se adaptan formal y funcionalmente a la ciudad y su entorno; ha planteado nuevas y eficientes formas de fomentar las actividades culturales, a la vez que proporcionar a la localidad una obra arquitectónica atractiva y novedosa. Una encomiable labor realizada por este profesionista, quien ha dejado patente su dedicación en edificaciones de cuidada expresión y reconocida utilidad. En suma, ha formulado propuestas inteligentes y sensibles, para un género que existe desde épocas remotas, demostrando que la creatividad permite aportar soluciones para un mejor futuro.
[1] Nace el 14 de junio de 1924, y fallece el 9 de abril de 2003; realiza sus estudios profesionales en la Escuela Nacional de Arquitectura, UNAM, recibiéndose en agosto de 1949.
[2] Para un visión general ver Abraham Zabludovsky Architect, textos de Paul Heyer y Jorge Glusberg, Princeton Architectural Press, Nueva York, 1998. Sobre este tema en particular ver Miquel Adriá, Abraham Zabludovsky y la vivienda, Arquine, México, 2000.
[3] Sobre este tema ver entre otros Louise Noelle, «Abraham Zabludovsky: tre teatri in Messico», L´architettura Cronache e Storia, No. 449, Roma, marzo 1993. Manuel Larrosa, Abraham Zabludovsky. Espacios para la cultura, CNCA, México, 2000.
[4] Al parecer su nombre, que significa “donde se escondió la culebra”, nos remite al sitio y el momento de la leyenda de Quetzalcoatl, donde se embarca el personaje que abandona Tula para dirigirse hacia el sur.
[5] La conclusión de este importante conjunto estuvo supervisada por algunos de los integrantes del Taller de Abraham Zabludovsky, bajo la atinada dirección de Alinka Zabludovsky.
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