Joseph Rykwert: La idea de ciudad
Ediciones Sígueme, Salamanca, 2002
Por Louise Noelle. Fotografía: Twinkling Lights / Unsplash
Los problemas que aquejan a las actuales megalópolis, como la ciudad de México, nos han ido alejando de las reflexiones en torno a temas como el del presente libro: el origen de las ciudades. No se trata en ningún momento de ofrecer lineamientos básicos para la creación exitosa de una urbe, ni mucho menos de soluciones expeditas para sus dilemas, sino de una investigación acuciosa sobre el germen y construcción primera de la ciudad a través de la historia, muy particularmente del prototipo Romano. Nos encontramos ante un libro que Joseph Rykwert publicó originalmente en inglés con el título de The Idea of a Town, en 1976; este representa el resultado de una “fascinación… que se inicia en la adolescencia”, deseando convertirse en un “arquitecto moderno”, pero sin olvidar las lecciones de la arquitectura clásica, tal y como lo expresa en otra de sus publicaciones, The dancing column. On order in architecture, MIT Press, Cambridge, 1996 (reseñada en Anales N° 78). Por ello su aportación al tema conserva su vigencia y avala la actual traducción y difusión en lengua castellana.
Tal y como acostumbra este autor, una vez más presenta un ensayo sustentado en una investigación a fondo del tema, que deja translucir su conocimiento de temas y textos de muy diverso origen, mismos que entreteje de manera lúcida y original. En especial se basa en autores como Tito Livio y Plutarco, para mostrar y demostrar el origen de los buenos “augurios” (inauguratio) que forman parte de los ritos de fundación de las ciudades grecolatinas; a esto aúna una serie importante de estudios sobre la antigüedad clásica, publicados a lo largo de los últimos siglos, sin desatender los hallazgos arqueológicos, aún los más recientes, y las propuestas antropológicas. En el fondo, su propuesta es la de hurgar en el pasado para evitar las propuestas matemáticas y sociológicas simplistas, como las de las devastadoras acciones promovidas por los miembros de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna, CIAM. No se trata de “volver al orden antiguo”, sino de “recordar la importancia de la trama y del tejido de la ciudad”, ya que presenta a “la ciudad como un palimpsesto de `lecturas´ superpuestas en el que la cuadricula del tejido urbano sirve de matriz evocadora a lo largo de la historia de la ciudad” (Pág. 25).
Así las cosas, en el primer capítulo, “Ciudad y rito: Roma y Rómulo”, se acerca cuidadosamente a la fundación de la ciudad, apoyándose tanto en los registros históricos de la Roma clásica, como en recientes hallazgos arqueológicos, urdiendo el todo con su amplísimo conocimiento de ese periodo. Revisa por lo tanto la herencia cultural de griegos y etruscos, sobretodo en lo que concierne al establecimiento de ciudades y colonias; a la vez busca dilucidar la realidad que se ha ido transformando en mito, como en el caso de Rómulo y Remo, señalando las pruebas de la existencia de estos y otros ilustres hombres de la antigüedad. El segundo capítulo, “La ciudad y el solar”, hace referencia particular a la creación de algunas ciudades clásicas, revisando sus entretelas históricas; descubre entonces que las nociones de Platón y Aristóteles, retomadas por Vitrubio, en torno a al sentido común sobre higiene y orientación son olvidadas, en la mayoría de los casos, en aras de acatar las profecías divinas. La circunstancia de Roma, asentada en las inmediaciones de “marismas infectadas de malaria”, comprueba esta aseveración. Para efectos de la historia de ciudades posteriores, tanto en el imperio Romano como aquellas derivadas de las renacentistas leyes de Indias para América, Roma no era un Castrum consolidado y ampliado, sino que más bien los campamentos militares romanos eran una evocación de la ciudad eterna.
Los dos siguientes capítulos, “El cuadrado y la cruz” y “Guardianes del centro, guardianes de los límites”, retoman de manera escrupulosa los términos arquitectónicos y los acontecimientos en torno a la creación de Roma, explicando los sentidos que se han ido perdiendo con el paso del tiempo. Del mismo modo aplica estas definiciones a ciudades como Marzabotto y la recientemente descubierta Spina; en ellas comprueba muchas de sus aseveraciones con respecto a los ritos fundacionales y al legado de estos, arropados por el mito.
Finalmente el capítulos V, “Los paralelos”, versa sobre la idea de la ciudad en civilizaciones que no han tenido ninguna liga con la grecorromana, confrontando los resultados sobretodo en el terreno de la antropología. Revisa los antecedentes indús de la mandala, al igual que los ritos de los Mande en el Africa occidental y los Siux en Norteamérica, pasando por la aldea Bororo de Brasil y las propuestas chinas tanto en las primeras dinastías como en las deslumbrantes derivaciones de Angkor. Encuentra así una serie de paralelos que le sirven de base para comprobar que la sacralidad del espacio urbano es uno de los componentes de nuestro inconciente. Ello le permite expresar en el último capítulo, “La ciudad como un mal curable. Ritual e histeria”, que se ha “preocupado de mostrar la ciudad como un símbolo mnemónico total o, en todo caso, como un complejo de símbolos en que el ciudadano, a través de ciertas experiencias palpables, como procesiones, fiestas estacionales y sacrificios, se identifica con su ciudad, con su pasado y sus fundadores” (pág. 210).
Es en este último sentido que se comprende la inclusión en la “Conclusión”, de un análisis de la imagen del Codex Mendoza que muestra el emplazamiento de la Gran Tenochtitlan basado en la leyenda fundacional del águila sobre el nopal, así como de la del plano de 1652 publicado originalmente en el libro Praecipius totius universi urbibus de Georgius Bruin y Francisco Hogenbergius.
A pesar de lo sucinto de esta reseña, es posible aquilatar la riqueza informativa contenida en el libro de Joseph Rykwet, así como comprender que sus aportaciones abren toda una gama de asociaciones y relaciones con la arquitectura y el urbanismo de nuestro tiempo. Es el caso de la acertada explicación de la mandala, que no permite acercarnos con mayor conocimiento de causa a la obra de arquitectos como Charles Correa de la India, en particular al centro cultural “Jawahar Kala Kendra”, levantado en Jaipur entre 1986 y 1992.
En suma, podemos señalar que en este caso no encontramos ante uno de esos libros que se vuelven “clásicos”, en el sentido de aquellos conservan su actualidad puesto que no se acercan a una tendencia vanguardista o de moda. Aún más se trata de una publicación que debiera de plantearse como el fundamento de los estudios sobre el urbanismo, tanto por su acercamiento a los orígenes históricos de Roma, la ciudad paradigmática, como por su carácter incluyente e interdisciplinario en el acercamiento a la investigación sobre el tema. Esto nos permite concluir reflexionando sobre el origen mismo de la ciudad que hoy habitamos orgullosamente como México, citando la última frase de su prólogo: “Igual que con el mito ocurre con el ritual: a su origen nos es imposible llegar, lo que importa es como se transmite. La forma en que el mito y el rito modelan, e incluso originan, el ambiente creado por el ser humano y la forma en que este lo racionaliza y explica es lo que aquí me interesa.” (Pág. 30)
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